Ausencia voluntaria

 

El amor más ausente que he tenido nunca, no creaba problemas, no existían acciones que encendieran el amor que quería que dominase en ti.

No eres un pronto rencor, porque no tenías noción ni idea de que me ponías en un escenario tan frío. Eras el homicida sin culpa, porque no sabías que lo que hacías era malo ni delito.

De todo este tiempo, nunca se endulzaron ambas partes. No lo viste adelantarse, porque era sencillo para mí tener una voz al final del día, aunque el mensaje sea puro vacío, y yo no quería sentirme tan solo ni tan patético.

Un día, te comenté que no necesito coleccionar más vacíos, que lo que busco es crear más rutas y avanzar, saltar si es necesario. Porque busco ponerme metas y lograrlas.

 

Me convencí a mí mismo que no funcionaría, cuando bajabas todo mi trabajo. Sin querer, apagaste mi voluntaria intensidad, rechazabas todas mis metas, mis logros, mis oportunidades. Solo veía a un inmaduro sin salida, que prefería morir solo al frente de una pantalla que explorar el mundo conmigo.

Convertí mi llanto en risa, me volví lúcido cuando tenía derecho a volver loco y sumiso al dolor. Y, pasaron los meses, y sin rastros de sentimientos recíprocos, aunque no lo hacía por ti, quería oír palabras de aliento, ánimos todos los días, despertar y saber que tengo otro motivo.

Puedes seguir repitiendo que me he distanciado de ti, que perdió fuerza mi voz, que estoy equivocado al no sentir tu cariño. Pero no puedo excusarte más, la ausencia siempre la trajiste tú. Discúlpame, pero no lo siento, no lo veo, no veo el esfuerzo.

Me marcho porque no quiero regresar a ser un hombre desconfiado, que fue duro sentir el frío en mis huesos y revivir el olvido.

Discúlpame si crees que, después de todo, estoy huyendo de ti, pero solo representas vacío, una fe perdida, el intento que menos tuvo éxito. No quiero que me veas ir sin mis motivos, porque sé lo que es cuando alguien se marcha sin ninguna explicación.

Te ofrecí mi tiempo, mis besos, mi experiencia, pero siempre cancelabas, siempre había algo más importante que yo. No era necesidad mía obligarte a cambiar, porque nunca toqué el tema, no quería quitarte lo que más te gusta por alguien incómodo de todo.

Y quizás sigas igual, en tu escritorio, pensando que toda la vida seguirá ahí. Quizás me extrañes, como dices, pero ¿Qué es la melancolía si nunca intentas que no sea así?








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