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Retrasando fracasos



Retrasando fracasos

Ojalá algún día pudiera pensar en mí y no quedarme en nada.

Quisiera llegar a ser excitante, refugio suficiente, quisiera sorprender un poco a la estación de mi alma y tomar un globo que me eleve al cielo.

Quisiera tener tiempo para no ocultar todos los problemas que tengo, reprimir mis errores tanto como lo estoy yo hoy día. Porque no coincido en el concepto de vivir, nacer fue una causalidad de los malos momentos.

Cada victoria, cada momento feliz que atraviese en mí no reemplazarán, no eliminarán las marcas ni las cicatrices que me dejó el tiempo. Sueños, apariencias, metas que no encajan. Solo estoy retrasando el fracaso que seré en vida.

Paso horas y horas en ser un inservible, que solo comparte un pedazo de su emoción en caminos equivocados, donde todos tienen pena de mí.

Me confunde y frustra no ser capaz de discernir que no soy más que para encajar mal y portar una mala muerte.

Y es que, tristemente, ser realista es mi mayor problema, porque siempre fui contemplado como el color que siempre refleja el vacío, como el joven que se esfuerza en encontrar primero lo malo, la letalidad, lo abstracto de la felicidad. 

¿Cómo puedo ser tan indiferente a esas personas que me dan tanto cariño y siempre tan pendiente de aquellas que me comparten su gran frío? ¿Cómo es que en ciertos momentos del día ya ni me acuerdo de las personas que me esperan en casa?

¿Y si dejo ir a mi vida?

 Podría volver a escribirme mejor a mí mismo, con una soledad que aprenda lentamente. Juntaría mis recompensas y mis complejas heridas, pese a que mi cuerpo ya no puede guardar todo el peso. Y es porque siempre tomo como posible que yo siempre me olvido del veneno que me jode desde dentro. A veces me lleno de alegrías incómodas, que son nada más que costumbres diseñadas para uno mismo.

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